Esta semana he subido un vídeo. Después de varias semanas sin hacerlo. Sigo siendo un perezoso maltratador de la regla básica número 1 de cualquier influencer/youtuber/tuitstar que se precie: La Regularidad. Se recomienda subir uno a la semana. Por suerte, no estoy atado a ninguna de esas etiquetas, así que todo bien. Seguiré subiéndolos random. La parte mala es que así jamás veré un duro de todo esto. La buena, que se espacian mucho más los estomagantes comentarios de los haters, y me da tiempo a curarme la incipiente úlcera estomacal.

No es que los haters tengan la capacidad de hacerme pupita, por suerte. O por desgracia. Nada me estimula más (si pasamos por alto la Nochevieja de Sabrina en TVE1) que un buen debate. Sí es cierto que el ego suele agradecer una pequeña dosis de halagos cuando un vídeo ha gustado, pero me interesa mucho más la diversidad de opinión. Siempre que alguien discrepa, y sabe sostener esa disconformidad con inteligencia y lógica, se gana todo mi interés desde el minuto 1. Todo lo contrario que el sotacaballoyrrey del hater de bajo nivel (nivel preescolar, habitualmente) . Os resumo su manual básico, porque es realmente hilarante y sobre todo, cortito:

  1. Si tanto te quejas de España, ¿por qué no te vas a tu querida Cuba/Venezuela/Corea del Norte?
  2. Ya sé que el Gobierno roba, pero prefiero esto a que gobernéis los comunistas.
  3. En vez de criticar tanto a los políticos, ¿por qué no propones una solución?
  4. ¿Por qué no hablas del PSOE?   

Es decir, que en todos los casos su «crítica» no rebate aquello que les escuece (porque casi siempre abordo el mismo hecho impepinable: nos gobierna un partido mafioso corrupto hasta las trancas), sino que se escuda puerilmente en el «Y los otros, ¿qué?» de quien no posee otro recurso. Y esto es lo que me hace sangrar la úlcera. No que suelan hacerlo con falta de educación e insultos, habitualmente. Ni siquiera lo hagan con tantas faltas de ortografía que me den ganas de rociarme matarratas en los ojos. Lo que detesto, con todas mis fuerzas, es la estupidez. No hablo de ignorancia colateral, hablo de Estupidez, con mayúsculas, Voluntaria.

No soy un exquisito, ni un elitista. Tal vez algo tiquismiquis. Pero aclaro algo sobre mí: yo no tengo estudios. Cero, más allá del antiguo EGB obligatorio. Me puse a trabajar demasiado pronto. Todo lo que sé (que es poco o nada), lo he aprendido leyendo, observando y analizando. Y ese es mi listón. Consciente como soy de ser el primer paleto, soy incapaz de soportar que alguien con una educación como poco similar a la mía, pueda debatir con la madurez de un parvulito que ha dormido poco. Lo siento, pero no puedo. Quien hoy en día no tiene una opinión mínimamente formada sobre el tema que él mismo elige discutir, es porque no le da la gana. No concibo otra cosa.

¿Lo estás flipando con mi postura? ¿Crees que voy de tolerante y progre por la vida, y soy tan cerrado como aquellos a los que acuso? Bueno, es tu opinión. Expónmela si quieres, y lo hablamos. Pero a estas alturas de mi vida no estoy para perder el tiempo con la mediocridad ajena. Suficiente tengo con ofrecer batalla a la mía, que me tiene sitiado. «Pero Moi, si te expones subiendo contenido público a una red social, tienes que estar dispuesto a aceptar las críticas». Sí y no. Prometo que me obligo a aceptar las críticas siempre que puedo. Críticas. Pero las batallas de heces entre dos chimpancés no son críticas, solo la última alternativa de quien es capaz de debatir. Por supuesto, alguna vez me enzarzo en una discusión del nivel «Tu madre sí que está gorda», pero únicamente como diversión, por matar algunos minutos tontos con alguien que está necesitado de atención. No tengo tele con la que evadirme cuando quiero no pensar en nada, así que los haters suelen ser mi caja tonta particular. Y está bien para un rato. Pero un rato corto. Me aburro rápidamente, porque no suelen deparar sorpresa alguna, y paso a otra cosa más interesante. Por lo general, a ignorar (procuro no bloquear nunca a nadie) a los adivinos que me suponen argumentos que jamás he pronunciado, o bisojos mentales con mirada de tunel que entran colapsan cuando agotan el Manual del Hater Novato impreso a una sola cara en media hoja.

Y de verdad que me encantaría tener los recursos y el tiempo necesarios para responder a los «argumentos» , porque realmente es una tarea sencilla. Pero me ganan en número (véase cualquier escena de «The Walking Dead»), y se repiten más que cualquier episodio de «La que se avecina». Y no se me ocurre empresa menos gratificante que barrer el desierto. Así que si eres uno de esos haters, considera que desde estas letras te digo que «sí a todo, bonico precioso, lo que tú digas». Y que espero y deseo que acabes ese EGB que parece que se nos ha atragantado.

Besis.